Wiki José Salazar Cárdenas
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Hace miles o millones de años, lo que hoy conocemos como Valle de Tecomán, estaba cubierto por las aguas marinas. Era una gran bahía ceñida por las montañas, un remanso.

Las fuerzas telúricas hicieron cambiar la fisonomía del planeta. El mar se recogió dejando una llanura de gruesas arenas desérticas, que recibía y guardaba los calcinantes rayos del sol tropical.

Transcurrió velozmente el tiempo medido en miríadas de años y la lluvia vivificó aquel paraje hostil. La vida brotó en el llano. Nacieron árboles, espigas y animales. Después, mucho después, llegó el hombre primitivo procedente del norte.

Los primeros habitantes del valle se refugiaron en sus extremos, buscando el agua, ya que carecía en su interior de manantiales y corrientes. Buscaron los ríos, los correderos naturales situados al oriente y al poniente de la gran planicie. Allí se instalaron y construyeron sus moradas, para protegerse de los elementos de la naturaleza: sol, viento, lluvia, frío.

El hombre primitivo del valle desconocía las bestias de carga. Carecía de herramientas de metal, sólo contaba con sus manos, su fuerza, su inteligencia y lo que la naturaleza le proporcionaba: aire, agua corrediza y vegetales, así como algunos animales silvestres de los que se alimentaba. Poseía instrumentos de madera que fabricaba y duras piedras de las que se servía, como la obsidiana que pulía para convertirla en armas que colocaba en las puntas de sus lanzas y de sus flechas, que utilizaba para cazar y obtener el sustento. Conocía el pedernal con el que hacía fuego.


1 CULTURA COLIMA
Figuras cerámica de Colima



Los originales y primigenios pobladores, tomaron del medio ambiente los elementos que les eran útiles, para guarecerse y refugiarse, construyendo rústicas chozas donde habitaban, hechas exclusivamente de vegetales. Así formaron núcleos de población situados en las cercanías del río Armería y del río Coahuayana, que se desarrollaron y crecieron con sus rudimentarios medios de supervivencia. Aparecieron Caxitlán, Tecpan, Coatán, que conformaron congregaciones del Señorío de Coliman.


2 conquistadores
Conquistadores españoles



A la llegada de los españoles, lo que actualmente es Tecomán, es decir, el centro del valle, estaba completamente despoblado por sus condiciones inhóspitas. Los grupos humanos diseminados que formaban el reinado, se asentaban cerca de los ríos.

Los españoles trajeron con ellos bestias de carga y el avance de la civilización de la época consistente en el conocimiento de artes y oficios, el uso de herramientas metálicas, la rueda, una religión y una lengua nueva.

Al llegar los conquistadores, los primitivos pobladores aprendieron el uso de las herramientas metálicas y con ellas hicieron grandes excavaciones, buscando en donde no la había en la superficie, el agua del subsuelo, elemento vital para la existencia y haciendo uso de su inteligencia, ingenio, fuerza, tesón y su gran valor, después de vencer múltiples peligros, lograron extraerla a gran profundidad, construyendo norias y pozos de agua, comenzando así a poblar aquella llanura candente y hostil.



3 VILLA DE COLIMAN
MAPA 1. Jurisdicción de la villa de Colima. Dibujo basado en Peter Gerbard, Geografía histórica de la nueva España, 1519-1821, México, UNAM, 1986, p. 81.


Sin embargo, la cantidad de agua que así se obtenía, era solamente la necesaria para cubrir las necesidades más apremiantes del conglomerado humano y sus animales domésticos, de los que se valía para ahorrar esfuerzo físico, no permitiendo esta circunstancia el desenvolvimiento de la congregación.

El escaso temporal de lluvias únicamente hacía posible la siembra de los cultivos básicos y el sostenimiento del núcleo de población, limitando el crecimiento y su completo desarrollo, como el logrado por otras poblaciones que contaban con agua abundante.

También el aislamiento y carencia de medios de comunicación adecuados, mantuvieron a los habitantes del valle viviendo en condiciones precarias. Fue el motivo por el cual, poblaciones como Caxitlán y Valenzuela, asentadas cerca del agua, tuvieron un desarrollo superior.

No obstante, para la supervivencia de Tecomán, este hecho desfavorable se convirtió en una gran ventaja, ya que aquellas poblaciones sucumbieron ante lo malsano del ambiente, a grandes calamidades y desastres condicionados por su situación geográfica. La emigración de esos lugares hacia el centro del valle, buscando un lugar menos insalubre, favoreció su desarrollo como nuevo y vigoroso poblado.

Nuestros antepasados, los antiguos pobladores, por su incomunicación, tuvieron que echar mano para cubrir sus necesidades, de lo que el medio ambiente les brindaba.

Varas de Coliguana
Varas de coliguana

En el valle, sobrevivieron a la sequía especies vegetales que se adaptaron a las condiciones adversas y que prestaron un gran servicio a los grupos humanos establecidos. Así vemos como nuestros ancestros construyeron su habitación exclusivamente con vegetales que tenían muy cerca: los pilares de sus casas los hicieron con maderas resistentes de la región, que talaban en el cercano monte, valiéndose de un hacha y su fuerza física. El techo de la habitación lo hicieron con un enjaule de latas o morillos y con varas de coliguana, cubriéndose de los elementos con zacate que crecía en los cercanos esteros. Los muros fueron hechos entretejiendo varas rajadas de coliguana en forma de tapete, que se fijaba a los pilares, creando una unidad que era refractaria a las plagas animales que atacan a las maderas y de gran resistencia a los movimientos de tierra, tan familiares para nosotros.

Se servían, para auxiliarse en sus trabajos, de las bestias de carga para el acarreo de las pesadas maderas de los montes.

Con los conocimientos impartidos por los nuevos colonizadores provenientes de Caxitlán y Valenzuela en cuanto a artes y oficios, se fue haciendo más liviana, más llevadera y grata la vida, mejorando sus condiciones.

Este tipo de habitación predominó durante el siglo pasado y principios del actual.


Casa
Casa de pajarete


En los primeros años de la actual centuria, nuestros antepasados comenzaron a trabajar el barro en los lugares en que lo encontraban, ya que se carecía de medios de transporte y así se comenzaron a producir la teja y el ladrillo, que sustituyeron al zacate y al pajarete (bajareque) en la habitación.

Es oportuno hacer una disquisición a este respecto en lo referente a dos hechos:

Uno, que en Tecomán nunca se usó el adobe en la construcción, como se acostumbró en tantos otros lugares del territorio nacional, tal vez explicable por la carencia de agua, por lo alejado de los bancos de barro y por la falta de medios de transporte.


Otro hecho, lo necesario que es hacer resaltar el papel tan importante que tuvo en la construcción antigua, el árbol más representativo de la región, por ser exclusivo y original de las llanuras costeras de formación marina y en el que nuestros ancestros lograron descubrir con su ingenio y alto sentido de observación, sus ventajosas cualidades, como en ningún otro especimen vegetal de la región se encuentran, para ser usado en la edificación de la habitación primitiva. Este valioso árbol es la coliguana, que de ser abundantísimo en el valle hace 40 años, se encuentra en virtual extinción, ya que al desaparecer el monte virgen en el llano, ha visto su fin, y solamente en algunos corrales de los caseríos de las localidades rurales o en los solares baldíos de la población se encuentra.


Por ser sus ramas poco rollizas y largas, se usaron como varas, que dotadas de gran flexibilidad y extraordinaria resistencia por su dureza, ofrecía condiciones inmejorables para avenirse a su manejo. Fue el sustituto ideal del otate, usado en el norte del estado en el enjaule del techo de las casas y que por la lejanía de los lugares en donde crece, nunca se usó en Tecomán con esos fines.

En la actualidad, en los escasos techos que quedan con su enjaule original con varas de coliguana sosteniendo las rojas tejas de barro, se mantienen íntegras después de 50 o 60 años en uso.

Los muros de pajarete, jamás fueron abatidos por terremoto alguno. De esa solidez y seguridad eran las moradas de nuestros antepasados. Aquella casta de hombres y mujeres, que carentes de comodidades, en un mundo limitado, pero dueños de un gran espíritu de lucha, eran poseedores de los más íntimos ideales humanos; admiraron el amor y amaron la justicia, la verdad y a su bendita tierra que ellos transformaron. Practicaron la sencillez, la humildad y ensancharon sus anhelos de una vida más próspera para sus hijos que la que a ellos les tocó vivir en el páramo en que lucharon. Ellos fincaron las bases para un desarrollo futuro. Sus esfuerzos, su ánimo, su valor, su sacrificio, triunfaron convirtiendo el yermo en la tierra feraz y pródiga que nosotros habitamos.

A fines del siglo pasado y principios del actual, cuando se extendió el uso de la teja de barro, este tipo de techo era utilizado en las construcciones céntricas de las familias pudientes, siendo de techo de zacate las habitaciones de familias de menores recursos ubicadas en la periferia.


CASA A~1
Corrredor de una antigua casa de Tecomán

El uso del ladrillo en los muros, fue limitado a principios del siglo, debido a que no existían ladrilleros establecidos, y por la falta de medios de transporte para su acarreo de otras partes.

El templo de Santo Santiago y algunas casas de los ranchos que estaban situados en lugares cercanos a los bancos de barro, fueron de las primeras construcciones donde se usó el ladrillo. Por lo general, las casas se seguían haciendo con muros de pajarete.

El más notable y conocido constructor de casas de armazón de madera en la antigüedad, fue Don Enrique Villegas. Otros competentes y afamados constructores, fueron: su hermano Marciano, Hilario Ponce, Pablo Ponce, hijo de Hilario, Miguel López, Dario Hernández y Basilio Figueroa. Posteriormente, en una generación siguiente: Emilio Pérez Huízar, Fernando Saucedo, José Cárdenas, José María Villegas, hijo de Enrique, Victoriano Villegas, hijo de Marciano y Antonio Pérez Villegas, nieto de Don Enrique Villegas e hijo de Emilio Pérez, verdaderamente notable en su trabajo.

Se especializaron en la construcción de pajaretes: Martín Ramírez, el muy renombrado “Tagualile”, el más conocido. También Miguel López, Darío Hernández, Basilio Figueroa y Pastor, fueron los más sobresalientes.

El primer ladrillero que hubo en Tecomán a principios de siglo, que se recuerde, fue Don Jerónimo González, que vivía en Colima y en la temporada de secas le hacía ladrillo a Don Pedro Gutiérrez que administraba el rancho de la Providencia, propiedad de Don Enrique Schondube. El ladrillo se hacía en los bancos de barro allí existentes. También llegó a hacer ladrillo destinado a otros ranchos propiedad del Sr. Schondube.

Posteriormente el lugar de Don Jerónimo, fue ocupado por su hijo Don Filomeno González, que también residía en Colima y venía por temporadas a Tecomán.

Los bancos de barro en esa época, estaban situados en los terrenos de la Cuarta, la Quinta y la Providencia, ya que allí existía una ciénaga barrialosa.

Don Filomeno González fue padre de Don Raymundo González, antiguo ladrillero que aún vive y cuyo negocio está en manos de sus hijos.

Entre 1930 y 1940, cuando Don Filomeno González ya había dejado de venir a Tecomán, Don Raymundo se retiró al puerto de Manzanillo, en donde hizo el ladrillo para importantes obras, como el Hospital Civil y el hotel Colonial. Después de 1940, volvió a Tecomán.

Al retirarse de Tecomán los señores Filomeno y Raymundo González, llegó a la población un ladrillero de nombre Mauricio, cuyos apellidos no se recuerdan y enseguida de él Daniel Pinzón que hacía ladrillo en el terreno de Don Adán Orozco.

En 1938, llegaron a establecerse en Tecomán, Don Agapito Salmerón y sus hijos Luis y Juan, procedentes de Villa de Alvarez.

Don Agapito llegó a Tecomán haciendo ladrillos para Don Francisco Dueñas, en sus propiedades de las calles Libertad y Morelos, después Hidalgo.

Como en esa época no había carros para el acarreo de arena del río, se utilizaba la arena de las calles.

El barro se traía del corredero natural de agua ya mencionado, que había existido y que pasaba por los ranchos de la Cuarta, la Quinta y la Providencia y también se traía de los terrenos del rancho el Bajío, propiedad que fue de la hacienda de Caleras y después del Sr. Maximiliano Velasco.

En 1941, cuando se comenzó a reconstruir el templo de Santo Santiago por el Sr. Cura Arreguín, después del macrosismo del día 15 de abril de 1941, que le causó graves daños, Don Agapito Salmerón hizo casi todo el ladrillo que se necesitó en la obra. Los muros se levantaron con ladrillo de medio pliego atravesado, un tipo de ladrillo grande que se usaba en esa época para darle un mayor espesor a los muros. El señor cura adquirió un camión destinado para el acarreo del barro desde el rancho del Bajío a los hornos del obrador que estaban en El Ranchito, una propiedad del señor cura que estaba ubicada enfrente del antiguo panteón.

Posteriormente, Don Marciano Cabrera ofreció al padre Arreguín cederle en forma gratuita todo el barro necesario, si resultaba de buena calidad, una vez que fuera examinado el existente en terrenos de su propiedad, cercanos al corredero de agua que ya se ha mencionado. Como el barro de ese terreno se encontró de buena calidad, el ofrecimiento del Sr. Cabrera fue aceptado por el Sr. Cura Arreguín y entonces el ladrillo fue hecho por Don Agapito Salmerón y sus hijos en aquellos terrenos y acarreado a Tecomán con destino a la construcción del templo, en el camión propiedad del párroco.


Antiguo panteon de tecoman
Antiguo panteón de Tecomán, tumbas japonesas


En la misma época se hicieron los muros del panteón antiguo, obra dirigida también por el Sr. Cura Arreguín y se encargó de la producción de todo el ladrillo necesario Don Agapito Salmerón. Como el terreno tenía una pendiente natural hacia el sur, en el muro que hacía esquina en las calles Francisco Villa y Dos de Abril, se dejó una arquería para la salida natural de las aguas pluviales.

El primer lugar en donde instaló su obrador particular Don Agapito Salmerón, fue en un terreno de Don José Morett, que antes fue propiedad de Don Higinio Yépez y que contaba con una gran noria circular que fue usada en la antigüedad para dar a beber al ganado que poseía. Este terreno está situado en lo que en la actualidad es la esquina de las calles Independencia y Venustiano Carranza, frente a INFONAVIT las Huertas y contiguo a lo que es hoy el edificio del Sindicato de Trabajadores al Servicio del H. Ayuntamiento. El obrador se proveía del agua de esa gran noria para el uso necesario en esos menesteres.

A través de las épocas se han usado diversos tipos de ladrillos de barro en la construcción. Los más usados en la antigüedad, en muros de gran espesor, fueron el de medio pliego y el ladrillo cuadrado de 28 x 28 cm., que es un tamaño el doble del normal que mide 14 x 28 cm. Antes de este ladrillo moderno, de la última medida citada, existió el ladrillo listón que era de mayor tamaño y grosor.

En los antiguos muros, el ladrillo listón se unía en las orillas a los pilares de madera, mediante una muesca o cajillo que llevaba en un extremo y a la mitad del ancho, donde embonaba en una vara de coliguana que estaba clavada en el pilar.

Cuando se dejó de usar la vara de coliguana, la muesca del ladrillo se acoplaba en una fajilla larga, muy angosta, que iba clavada en el pilar, y que era de madera de pino.

El ladrillo listón dejó de usarse alrededor de 1950, cuando tomó auge la construcción de concreto y al intervenir en la elaboración de los planos, los ingenieros constructores solicitaron de los ladrilleros se construyera el tamaño de ladrillo moderno, ya estandarizado en las obras de concreto, que era el de 14 x 28 cm. x 7 cm. de espesor.

Además de los ladrillos ya mencionados de medio pliego, listón y común, se usaron el ladrillo polko, de gran tamaño, ligeramente curvo en sentido vertical, que se usó en el ademe de grandes norias circulares. La unión de un ladrillo con otro, de este tipo, no necesitaba el uso de mezcla, ya que estaban hechos en tal forma, que uno ensamblaba en el otro.

Se usó también el ladrillo cuña grande, en ademes de grandes norias cuadradas. El cuña chico para construir hornos de panadería. El ladrillo curvo, se usó en el ademe de pozos de agua de diámetro pequeño.

El ladrillo listón se usó en muros de soga, atravesado o parado en el llamado muro capuchino.

En los muros capuchinos en los que se usaba el ladrillo de medio pliego en forma vertical, con la mayor longitud hacia arriba y abajo, es decir recostado, se le agregaba a la mezcla de unión rajuelas de piedra para darle mayor solidez.

En la década de los años 40' cuando se inició el riego agrícola a través de los canales Tecuanillo y Miguel Alemán, se desarrolló el cultivo de la palma de coco de agua en mayor escala y al propiciarse el uso de materiales que de ella se obtienen, cambió el tipo de habitación popular. Se sustituyó el techo de zacate por el de palapas verdes y en lugar del cercado de pajarete, se usó el cercado de venas de palapa.

Al disponerse de riego, se desmontaron grandes extensiones de terreno para dedicarlas a los cultivos, lo que hizo que la madera fuera escaseando.


7 coyul
8 Cayaco

Cuando mejoraron las comunicaciones y los medios de transporte, se comenzaron a usar en los techos las palapas de palma de coquito de aceite llamada cayaco, que eran traídas de lugares distantes como Periquillo y Coalata, por haberles encontrado ventajas en cuanto a su duración y su manejo, en relación con las palapas de la palma de coco de agua.

El desarrollo de las comunicaciones y el transporte, asimismo, originó un auge en el uso del cemento en la construcción, lo que ocasionó un cambio en la estructura de la casa, ya que este material sustituyó a la madera.

Más tarde, en las habitaciones populares se comenzaron a usar otros materiales que reemplazaron a los que se usaban en los techos y que eran palapas y teja de barro, que fueron cambiados por láminas de asbesto, láminas de cartón, tejas de asbesto y tejas de cemento, casi desapareciendo el uso de la teja de barro, solamente presente en las casas antiguas que conservan armazón de madera y techo original, a las que se protege con reparaciones periódicas, haciendo un movimiento en el techo al que se le llama en el lenguaje de la construcción “traspalear”, que consiste en la reposición de las fajillas y latas deterioradas y de tejas quebradas.

En la actualidad se considera sólo un gusto muy personal utilizar teja de barro en una construcción nueva, no siendo su uso corriente, existiendo una tendencia a la desaparición completa del empleo de ella, al igual que de la madera, dos materiales que fueron básicos en la construcción antigua, y que han cedido su lugar al cemento.

Las casas habitación de personas de mayores recursos, se hacen con techo de concreto desde hace muchos años.

Un aspecto importante a considerar es éste:

Si analizamos las condiciones atmosféricas en que vivimos, dentro del trópico, en donde se genera un clima ardiente, tórrido, la mayor parte del año, carente de brisas refrescantes, que solamente se presentan en el corto invierno, encontramos que los tipos de habitación ideales para nuestro medio ambiente y pensando sólo en la ventilación natural, serían los que están desapareciendo, es decir, las casas de techo de palapa y de teja de barro, que son las que proporcionan condiciones más agradables para permanecer mucho tiempo a su cobijo. Todos los materiales modernos usados tanto en las habitaciones populares, como en las más costosas y elegantes, resultan excesivamente calientes. Desde el punto de vista de la higiene, es incuestionable que los materiales modernos ofrecen ventajas, no así si se piensa en el bienestar físico, en el lado amable de la vida, ya que inconscientemente volvemos los ojos al pasado, buscando la comodidad de la construcción antigua, brotando en nuestro interior otro motivo más para admirar la sabiduría de nuestros ancestros.

Las partes que constituían el modelo de habitación de armazón de madera y techo de teja de barro, eran las siguientes:

  • Una vigueta o caballete en rollo, sin labrar.
  • Vigas labradas situadas a los lados de la vigueta en forma paralela y a un nivel inferior.
  • Otras vigas labradas, situadas a este último nivel, formando cuadro con las anteriores, en sentido transversal a la vigueta.
  • Latas o morillos en rollo, que bajaban de la vigueta a las vigas laterales.
  • El dominguejo o mono, madero corto y fuerte, de sostén vertical, entre la vigueta y la viga atravesada.
  • Pilares labrados, que componían los puntos de apoyo del techo.
  • Se usaban, bien horcones con horqueta o pilares con espigas que ensamblaban con las vigas.
  • Como sostén de las tejas, varas de coliguana paralelas a la vigueta y transversales a las latas, que posteriormente fueron sustituidas por fajillas de madera, bien de rosamorada o de pino, de 3 pulgadas de ancho por una pulgada de espesor.
  • Las latas y las varas de coliguana formaban lo que se llamaba el enjaule de la casa.
  • También se usó en la antigüedad, formando parte del techo, el tejamanil o tableta, que eran delgadas y cortas tablas de pino, que se colocaban atravesadas entre lata y lata o siguiendo el hilo de las latas, bajo las tejas y que desempeñaban un triple papel: como material aislante, de protección contra el polvo en los interiores y para evitar goteras en caso de rotura de alguna teja.

Las maderas resistentes más usadas eran: el coral, moralete, bálsamo, alejo, palofierro, llorasangre, tampizirán y xolocoahuitl. Había la creencia entre nuestros mayores, que la madera debería cortarse con la luna sazona, porque la madera cortada con la luna tierna, se apolillaba.

Las puertas usadas en esa época eran de tarima, de tablero o de duela. Se hacían de primavera, parota, cedro o pino.

Arriba de puertas y ventanas se usaba un madero en posición horizontal, más largo que lo ancho de la puerta, muy resistente, generalmente de puro corazón, llamado cabezal que recibía el muro entre la viga y el contramarco de la puerta.

Antes de que se acostumbrara dejar entradas para coches en las casas, existía el zaguán de madera, un portón de grandes proporciones, casi tres veces lo ancho de una puerta, que comunicaba la calle con un pasillo, la mayor parte de las veces empedrado, que daba paso a las bestias caballares o mulares hacia el interior de la casa. Esas bestias traían cargas de maíz, pastura verde, o simplemente se usaban como medio de transporte para trasladarse a los trabajos del campo.

Cuando todavía no se usaban las bisagras, los zaguanes y puertas llevaban en su lugar goznes que hacían los herreros.

Cuando aún no existían clavos de fábrica, los herreros hacían clavos cuadrados de 5 o 6 pulgadas.

Los pilares labrados de la casa, que sostenían corredores de teja, llevaban una especie de cuñas o refuerzos llamados canes que iban fijos a los pilares, ofreciendo un mayor sostén para las vigas y siendo a la vez un motivo ornamental.

En el techo de los corredores interiores de la habitación, tan usados en el tiempo antiguo, donde hacían escuadra para prolongarse hacia adentro de la casa, se usaba lo que se llamaba una junta de agua o cadena, que era una viga que partiendo del pilar situado en el ángulo de los muros, bajaba en forma oblicua al pilar que sostenía el corredor y servia de apoyo a las latas. Sobre de dicha junta había una canaleja de lámina que recibía el agua pluvial.

En los zaguanes y puertas de madera se usaban grandes chapas metálicas de cerradura, con llave de gran tamaño. Estas llaves eran forjadas de una sola pieza.

En el interior de puertas y zaguanes se usaban pasadores de jaladera, situados en la hoja izquierda de la puerta para amacizarlos.

Se usaban también aldabas de gran tamaño para asegurar por dentro zaguanes, puertas y ventanas.

En las puertas exteriores, había una variedad llamada de media luz, que consistía en que cada hoja de la puerta estaba seccionada un poco más arriba de media altura, permitiendo abrir la parte superior de una o de ambas hojas, para tener mayor iluminación y ventilación, permaneciendo cerrada y segura la parte inferior de la puerta, dejando fuera del alcance de la vista el interior de la habitación

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Muros de pajarete,zaguán y corredor empedrado, en una de las casas más antiguas de Tecomán


Se acostumbraban también las ventanas con pretil de material, que permitían abrirlas y sentarse en dicho pretil a observar la calle.

En Tecomán fueron muy pocas las casas en donde se usaron las ventanas o las puertas con reja, tan acostumbradas en la ciudad de Colima y otras poblaciones antiguas.

Entre los herreros más conocidos en la antigüedad, se cuenta una familia que por casi 100 años se ha dedicado a ese oficio. El fundador de ese grupo de notables herreros fue Francisco Regalado, padre de Jesús Regalado, a su vez padre de Ramiro y Constantino del mismo apellido. De ellos sobrevive Ramiro, quien ha heredado su oficio a su hijo Felipe.

Fueron también herreros muy conocidos en la antigüedad, Francisco Madrigal, J. Isabel Vargas y Gregorio Hernández, así como un hombre dotado de un ingenio muy especial, un verdadero revolucionario del oficio en su época y pionero de la herrería industrial en Tecomán, Don Magdaleno Robles.

Fueron carpinteros notables de esa época: J. Concepción Cortés, José Contreras, Martiniano Villalvazo, Antonio Gallegos, los hermanos Luna y Julián León.

En tiempos idos, la casa habitación estaba siempre en contacto, en relación directa con la calle. Fue el modelo de construcción que heredamos de la colonización española.

Los terrenos donde se asentaban las casas eran amplios, con un frente grande y un gran fondo.

La distribución más característica en ese tiempo, era ésta:

La habitación o aposento, al exterior, al frente. Enseguida un patio, a veces un traspatio y al fondo un corral.

Esta disposición estaba arreglada a la época, ya que la actividad dominante se relacionaba con la agricultura y la ganadería y era preciso y necesario tener bestias caballares en la casa que servían corno medio de transporte a los lugares en donde se llevaban a cabo los trabajos, fuera de la población.

Si la casa era de una familia numerosa o de personas de recursos, la habitación más exterior, al frente, se dedicaba a sala que generalmente comunicaba con una puerta a la calle. En medio existía un zaguán. Al otro lado del zaguán, en el frente, una recámara o dos, según fuera el ancho del frente. En el interior, casi siempre existía un corredor en todo lo ancho del frente y que se prolongaba atrás de las habitaciones exteriores, donde había más recámaras por un lado. En el lado opuesto, estaban el comedor y la cocina y los servicios sanitarios al fondo de la casa.

En ocasiones, cerca de la cocina y bajo el techo del corredor, existía un lavadero junto con una pila de agua. En otras ocasiones estos servicios estaban al fondo, cerca del servicio sanitario.

Algunas casas contaban con pozo de agua, dotado de brocal, casi siempre ubicado al fondo de la habitación.

En Tecomán no hubo jardines floridos en tiempos pasados, por la escasez de agua. Cuando ya la hubo suficiente, los patios se utilizaban como jardines. En el traspatio casi siempre había una bodega para almacenar maíz, monturas y aperos de labranza. En el corral estaban: la caballeriza, el gallinero y algunas veces, cerdos.

Catre de mecates
Catre de mecates de acapán

Debido a que el clima en Tecomán ha sido ardiente, con noches sofocantes, sus habitantes han acostumbrado salir de sus habitaciones a los corredores, buscando la escasa brisa para conciliar el sueño, siendo de mucho uso las hamacas que nunca faltaban en los corredores de las casas antiguas. Eran muy acostumbradas las que se confeccionaban con de, que es un delgado arbusto que se desarrolla en forma silvestre en las tierras de mediana altura sobre el nivel del mar en el temporal de aguas. De esta planta se extraen fibras que se tejen en forma de ixtle con las cuales se hacen las hamacas de una gran suavidad, muy apreciadas por los conocedores. Esta actividad, ya casi en extinción, llegó a constituir una ocupación artesanal en lxtlahuacán, por haber sido un lugar en donde existía esta planta en abundancia. Con la desaparición de los montes, por el avance de los cultivos, ha ido extinguiéndose el arbusto, terminando casi por completo con la fuente de aprovisionamiento de la materia prima de esas apreciadas y sedeñas hamacas.

En tiempos pasados, en una época en que no existían ni el gas para uso doméstico ni la electricidad, se cocinaba con leña y carbón. La cocina contaba con un pretil donde se tenían los útiles de barro usados en esa época: cazuelas, ollas, comales. Había un lugar para la tinaja o el cántaro del agua; también había en el pretil hornillas con un hueco abajo, cuando se cocinaba con carbón o fogones donde se quemaba leña. En el pretil existía un espacio hueco en la parte inferior, donde se almacenaba la leña. Para avivar el fuego, se utilizaban los sopladores hechos de tule. Eran de mucho uso las cucharas de palo para menear los alimentos expuestos al fuego.


Pretil
Pretil de cocina de una habitación humilde del medio rural


Cuando todavía se carecía de utensilios eléctricos para la cocina, como la licuadora, se usaban los molinillos, que estaban hechos de madera y se utilizaban para batir el chocolate o algunas mezclas que se empleaban para preparar alimentos. También se usaba el molcajete, un utensilio de piedra empleado para moler o machacar jitomates, olores u otros condimentos para preparar salsas.

Antes de que hubiera máquinas tortilladoras, las mujeres tenían que cocer el nixtamal y llevarlo al molino. Primero, hace muchos años hubo molinos que los movía una caldera y se llamaban de vapor. Después hubo molinos con motor de combustión interna y posteriormente los hubo eléctricos. Con la masa se hacían las tortillas en casa, exponiéndolas al fuego en un comal de barro.

En las habitaciones populares, en la cocina rústica existía lo que se le llamaba el nixtenco, que consistía en una tarima de palos que se levantaba sobre de cuatro pequeños horcones, de una altura corno de 80 cm. del suelo. Encima de los palos que iban perfectamente juntos uno al otro, atados, se agregaba tierra con barro y se alisaba con agua y ceniza. Escogiendo el lugar apropiado, se hacía con pequeñas piedras o pedacera de ladrillo forrada con barro, el fogón para el comal. Por un lado del nixtenco, se sentaba el metate sobre dos o tres horcones clavados en el piso a una altura similar a la del nixtenco. En el se amasaba o remolía la masa para echar las tortillas o cuando no se contaba con el molino, se molía el nixtamal. En épocas posteriores, existieron molinos de mano para nixtamal, que consisten en un depósito dentro del cual se mueve un gusano metálico accionado por un maneral que muele a la vuelta y vuelta.

Nixtenco
El nixtenco o pretil rústico


En el temporal de aguas, en tiempo en que había elotes se rebanaban y se molían en el metate para hacer tamales.

El metate que todavía se usa en la actualidad, es más pequeño que el antiguo, tiene figuradas una pata trasera y dos delanteras, siendo éstas más pequeñas que la trasera. Antes existió un metate de mayor tamaño, sin patas, al que se le llamaba huilanche.

Por un lado del pretil, estaba colocado un trastero de madera donde se guardaban jarros de barro, vasos, platos y cucharas.

En donde no había espacio en el pretil para la tinaja, se sentaba en dos pequeños horcones enterrados en el piso o sobre un pequeño pretil, dependiendo del tipo de cocina de que se tratara.

En tiempos en que se carecía de hielo y de refrigeración eléctrica, se buscaba conservar los alimentos en un lugar ventilado y con esa finalidad se usaba el zarzo, que era un tejido que se hacía de carrizos o de varas, atados con ixtle, formando una superficie plana como de un metro de longitud por 80 cm. de ancho que se colgaba del techo de la cocina, quedando a una altura un poco arriba de la cabeza de una persona, anudado en las cuatro esquinas con ixtles que convergían en un nudo y de él hasta el techo, era una sola colgadera. Allí se guardaban alimentos perecederos corno jocoque, queso, leche, carne, jitomates y verduras que a la vez que se mantenían ventilados, se dejaban fuera del alcance de la fauna nociva.

Zarzo
El zarzo para guardar alimentos en una habitación rústica del medio rural


Antes de que hubiera carros, la leña se traía del monte en cargas de bestias mulares o de burros. Había leñadores que esa era su dedicación. Salían de madrugada con dirección al monte con sus bestias, a talar árboles secos y regresaban por la tarde a vender sus cargas que ya tenían encargadas.

Por la escasez de agua en las casas en donde no había pozo, las mujeres iban a lavar la ropa a los brazos del río que siempre han pasado más allá del paredón cercano a la estación del tren.

Como no había electricidad, la ropa se alisaba con planchas de fierro compacto que se calentaban en la lumbre de carbón o con planchas que tenían un depósito para las brasas en la parte inferior.

La actividad del hombre en el hogar consistía en la atención de los animales que necesitaba en sus trabajos, principalmente bestias caballares o mulares. Rajar con un hacha la leña necesaria en la cocina. Cuando había pozo, sacar agua con una soga y un bote, mediante una garrucha o carretilla para llenar una pila o utensilios para guardarla. Atender en su casa los asuntos relacionados con sus negocios. Muy de mañana, madrugaba a sus trabajos del campo, llevando una buena provisión de alimentos a la que se le llamaba bastimento junto con un bule con agua de bebida. Regresaba por la tarde a su hogar.

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